Acabo de terminar este segundo tomo de los 6 libros que componen la obra del noruego Karl Ove Knausgård. Y qué dicícil es a veces encontrar estas letritas que reproducen el alfabeto noruego.
La primera vez que vi la portada del libro fue en una Fcnac y costaba muy caro así que esperé un poco y luego me decidí a comprarla en formato Kindle porque costaba bastante más barato y mis finanzas nunca han sido muy boyantes.
El libro comienza con la odisea de un viaje de una familia del norte de Europa con sus tres hijos. Pero si crees que solo se trata de eso, o de que este viaje representa la aventura de Odiseo, pues no es el camino, aunque quizás sí, y ya explico por qué. Karl Ove Knausgård relata con una frialdad y humor negro lo que ralmente representa una simple excursión de un matrimonio con tres niños pequeños.
Que vaya, que hemos leído 3000.000000000 blogs de madrazas que describen al milimétrico detalle sus aventuras, que tú mismo con amigos intentas aprehender con palabras lo que significa esta simple experiencia, que alguien muy cercano que habla mucho te hace entender con toda clase de anécdotas sus peripecias viajeras. Y no. Jamás te harás una verdadera idea. Pero de pronto, a través de las líneas de Knausgård puedes vivir y comprender lo que realmente es, porque elige un contraste, y el viaje no es solo un viaje, sino que es el viaje a la casa de unos cercanos amigos, sin hijos. Y esto lo coloco en mayúscula mejor :SIN HIJOS. Él con Linda, su mujer, y sus tres hijos en la casa de Michaela y su marido, otra vez, para qué ahorrar mayúsculas, SIN HIJOS.
El libro completo es un vaivén de descripciones que pueden ser incluso excesivamente cotidianas, pasando por una autoreflexión puntillosa, milimétrica de los contradictorios pensamientos, sentimientos y verdades de un hombre en la mitad de sus treinta, que se muda a otro país (Suecia) y allí ahonda la relación con quien será su segunda esposa y la madre de sus hijos.
Es una novela larga, Anagrama la cuenta con 640 páginas y sin embargo las horas en la que la lees se te hacen ligeras como copos de algodón, suaves como una seda, fluídas como el agua de un arrolluelo. Y es que la novela no se compone de una enrevesada estructura o un lenguaje demasiado denso, se deja llevar y te dejas llevar tú, preguntándote como lector por tus propias miserias matrimoniales, tus dudas como padre y como ser humano que friega el piso, lava los platos y cambia las sábanas: Mi lucha. Un hombre enamorado es la imagen de la vida, del tiempo y de la reflexión que hay detrás de todos nosotros.
Aprendí sobre las diferencias entre Suecia y Noruega y por qué, según la visión de Knausgård, los noruegos son más salvajes que los Suecos. Me quedaron ganas de visitar Suecia o los fiordos noruegos, de que viniese la navidad y de leer otra vez a Dostoieky. Me quedé un poco huérfana al terminar, como si esas personas a quien el noruego había descrito tan íntimamente las hubiese conocido yo realmente y de verdad (sabiendo que todo aquello era real y no ficción) hubiesen formado parte de mi propia realidad y no de la ficción de mi vida, esa en la que leo cosas que no me sucederán o donde me identifico con gente que no conoceré.
Pero tal vez es por eso que tuve ese sentimiento de orfandad al terminarla, porque sí, las cosas que describe y en las que ahonda Knausgård son mi vida, la de todos nosotros que lo leemos, el espejo en el que nos vemos no de manera extraordinaria tras una intensa experiencia, sino el de las noches de cansancio en donde mandamos cotidianamente al mundo entero a la mierda.
La primera vez que vi la portada del libro fue en una Fcnac y costaba muy caro así que esperé un poco y luego me decidí a comprarla en formato Kindle porque costaba bastante más barato y mis finanzas nunca han sido muy boyantes.
El libro comienza con la odisea de un viaje de una familia del norte de Europa con sus tres hijos. Pero si crees que solo se trata de eso, o de que este viaje representa la aventura de Odiseo, pues no es el camino, aunque quizás sí, y ya explico por qué. Karl Ove Knausgård relata con una frialdad y humor negro lo que ralmente representa una simple excursión de un matrimonio con tres niños pequeños.
Que vaya, que hemos leído 3000.000000000 blogs de madrazas que describen al milimétrico detalle sus aventuras, que tú mismo con amigos intentas aprehender con palabras lo que significa esta simple experiencia, que alguien muy cercano que habla mucho te hace entender con toda clase de anécdotas sus peripecias viajeras. Y no. Jamás te harás una verdadera idea. Pero de pronto, a través de las líneas de Knausgård puedes vivir y comprender lo que realmente es, porque elige un contraste, y el viaje no es solo un viaje, sino que es el viaje a la casa de unos cercanos amigos, sin hijos. Y esto lo coloco en mayúscula mejor :SIN HIJOS. Él con Linda, su mujer, y sus tres hijos en la casa de Michaela y su marido, otra vez, para qué ahorrar mayúsculas, SIN HIJOS.
El libro completo es un vaivén de descripciones que pueden ser incluso excesivamente cotidianas, pasando por una autoreflexión puntillosa, milimétrica de los contradictorios pensamientos, sentimientos y verdades de un hombre en la mitad de sus treinta, que se muda a otro país (Suecia) y allí ahonda la relación con quien será su segunda esposa y la madre de sus hijos.
Es una novela larga, Anagrama la cuenta con 640 páginas y sin embargo las horas en la que la lees se te hacen ligeras como copos de algodón, suaves como una seda, fluídas como el agua de un arrolluelo. Y es que la novela no se compone de una enrevesada estructura o un lenguaje demasiado denso, se deja llevar y te dejas llevar tú, preguntándote como lector por tus propias miserias matrimoniales, tus dudas como padre y como ser humano que friega el piso, lava los platos y cambia las sábanas: Mi lucha. Un hombre enamorado es la imagen de la vida, del tiempo y de la reflexión que hay detrás de todos nosotros.
Aprendí sobre las diferencias entre Suecia y Noruega y por qué, según la visión de Knausgård, los noruegos son más salvajes que los Suecos. Me quedaron ganas de visitar Suecia o los fiordos noruegos, de que viniese la navidad y de leer otra vez a Dostoieky. Me quedé un poco huérfana al terminar, como si esas personas a quien el noruego había descrito tan íntimamente las hubiese conocido yo realmente y de verdad (sabiendo que todo aquello era real y no ficción) hubiesen formado parte de mi propia realidad y no de la ficción de mi vida, esa en la que leo cosas que no me sucederán o donde me identifico con gente que no conoceré.
Pero tal vez es por eso que tuve ese sentimiento de orfandad al terminarla, porque sí, las cosas que describe y en las que ahonda Knausgård son mi vida, la de todos nosotros que lo leemos, el espejo en el que nos vemos no de manera extraordinaria tras una intensa experiencia, sino el de las noches de cansancio en donde mandamos cotidianamente al mundo entero a la mierda.
Comentarios
A mí me gustó muchísimo... más que Suecia.
Tomo nota de la novela.
Tiene buena pinta.