Ir al contenido principal

Aborto espontáneo

Mucho tiempo con ganas de crear una entrada. Estar en Alemania me ha alejado un poco de internet, de la vida que es vivida  con rápidez, al calor de los otros seres y sus voces y sus miradas. La soledad es para mí un tesoro, que aprecio, pero a veces se desplaza y se restriega y rueda como la pintura que se cae en el suelo, y la ves deslizarse con calma.

Hace algunas semanas esperaba un nuevo bebé y hace exactamente 16 días lo perdí. No es una linda experiencia cuando de verdad has decidido por voluntad hacer un espacio en tu cuerpo, en tu tiempo, en tu vida, en todo lo que eres tú como ser individual para compartirlo con otro, para dárselo todo a otro, que será parte de ti y te hará feliz.  Fue hace 16 días pero pensé que eran más porque he tenido que estar en casa y se pierde un poco la noción del tiempo.

Supongo muchas mujeres han perdido fetos en un aborto espontáneo, muchas muchas han tenido que saber que alguien ha muerto dentro de ellas, no de manera emocional, sino sentir que absolutamente algo muerto está dentro de ti y si lo dejas tu cuerpo lo rechazará, lo expulsará sin contemplaciones. Sé que la mayoría decide cortar con el embarazo porque su vida se ve afectada, por juventud o por sus aspiraciones y creo que esa situación es igual de traumática que aquella en la que se deseaba al bebé. Creo que somos mamíferos salvajes y animales naturales y es normal que alguna parte de todas nosotras haya deseado contener a la parte suya que crece y así, siempre habrá una culpa infinita que no se irá nunca.

Y yo no escribía porque la verdad había tenido un emabarazo horroroso. Abrumadoras cantidades de saliva venían a mi boca. Todo me sentaba mal, siempre tenía revuelto el estómago, y lo peor, tenía que comer de manera desaforada para amainar la desagradable sensación de tener que campear saliva que incluso rebosaba mi boca. Andaba con un trapo todo el día porque las servilletas eran insuficientes y ante olores más o menos desagradables, tenía que correr a vomitar.

Había tenido mucho dolor de caderas y espalda aquél día que ocurrió el aborto  y de pronto el montón de líquido que me corría y sangre.Pero lo peor apenas comenzaba; me quedé en un hospital donde nadie hablaba mi lengua, tuve que escuchar y tratar de entender que me decían que el bebé había muerto. Tuve que pasar una noche entre dolores horribles, sola, sin conocer mucho cómo funcionaban las cosas. Y luego expulsé la mayoría de todo y me bañé en sangre y una enfermera alemana muy eficiente y humana me acompañó y me pasó la mano por el hombro cuando finalmente hube de tirar a un cuerpo incipiente, aún deforme; la forma del humano que alguna vez hemos sido todos cuando no éramos nada. Qué poco poder hemos llegado a tener alguna vez, qué nada somos realmente cuando apenas comenzamos a vivir.

Tuve lo que supongo fue una hemorragia. Pero ahora que lo veo desde la distancia creo que compensa  el endemoniado alemán con el privilegio de poder disfrutar de una atención médica tan maravillosa y profesional. Son robots del trabajo y del deber, por eso me siento agradecida cuando debo utilizar un servicio, porque yo vengo de un país donde nada sirve porque la viveza y la usurpación han sido valores morales que durante décadas se han ensalzado y valorados como preciados tesoros, tesoros malditos.

A los dos días estaba en casa nuevamente tras una operación menor. Me hicieron unas pruebas y dijeron que estaba anémica, así que debo tomar diaramente hierro por un período de tres semanas. Me quedé con un montón de kilos demás y ahora intento vivir una vida redirigida.

Antes de salir del hospital una enfermera vino a mí y me mostró un catálogo donde me mostraba una foto con un jardín lleno de molinos multicolores, pájaros de cerámica en nidos de paja, rosales incipientes. Me explicó bastante despacio, para que yo pudiese entenderle, que el feto, tras ser analizado, tenía una patología, no me dijo qué y me dijo que en Deutschland se entierran a todos los fetos abortados de más de 10 semanas. Yo no quería saber nada más de aquello, quería irme y pensar en la gente que ha sufrido más que yo, en el fondo, agradecí profundamente que todo hubiese sido así, nunca estuve de acuerdo con traer a una vida dura a un ser frágil y enfermo, que probablemente hubiese sucumbido por obra y gracia de la azarosa y muchas veces caprichosa naturaleza.


Comentarios

Tracy dijo…
Cuanto lo siento! debe ser una experiencia dolorosa y difícilmente olvidable, pero ya veras como encuentras otros momentos. Te lo deseo de corazón.
Susana dijo…
Lo siento mucho. Un beso.
Peque dijo…
Cuanto lo siento, pero hay que pensar que la naturaleza es sabia, y seguro que en el futuro te vendrá algo bueno. Mientras tanto, tienes un enano que no te va a dejar descansar. Un abrazo
Garriga dijo…
bueno lo lamento. Uno después de preguntarse descubre que muchas cosas no tienen un por qué; que por más qye demos vueltas, los hechos son inamovibles. Pero cuánto dolor esta mañana, al leerte.
Amylois dijo…
Cuanto lo siento... un abrazo fuerte.
Myriam dijo…
LO siento muchísimo, Tarántulita. Es horrible pasar por eso, y además, en un país con una lengua que aún no dominas del todo.

Un beso y un abrazo muy grande

Entradas más populares de este blog

Normal

Me he estado preguntando últimamente qué es realmente ser normal. La campana de Gauss no pudo explicarme. Si yo soy normal (esto es un ejemplo) no puedo ser pureza normal porque ser pureza normal es estar metida en la barriga de la campana en todas las variables posibles que pueden definirme, entonces dudo que yo sea normal (esto es parte del mismo ejemplo). La normalidad, según mi humilde criterio, va de la mano del aburrimiento y el aburrimiento es lo más gris, uniforme y castigador que hay. Prefiero entonces no ser normal absolutamente; sin embargo, si tuviera que esperar a alguien que me haga compañía preferiría que lo fuera. La normalidad es predictiva, y en el fondo, aunque nos cueste aceptarlo, a nosotros, sí, también a mí (y aquí soy normal) no nos gusta sobresaltarnos con cosas anormales. Las cosas anormales causan incertidumbre y la incertidumbre continuada es una desdicha (al menos para la gente normal en este tema). Lo anormal tiene algo de divertido, desastroso y siniest

Mi crítica : "El guardián invisible" de Dolores Redondo

  No sé por dónde empezar; este libro ha sido la absoluta decepción del año junto con "Persona Normal" de Benito Taibo. Mi malestar empezó con los diálogos... Llegado un momento de la trama uno de los inspectores que hacen el séquito a la inspectora Salazar se lanza con una exposición de cita de libro sobre las leyendas vascas y sus criaturas ancestrales. La exposición, ausente de cohesión con el ritmo anterior de los diálogos, se me antojó un corte y pega de Wikipedia difícilmente catalogable ; penoso para ser este un libro leído y celebrado por tanta gente. Lo voy a decir y lo siento por los fans acérrimos de Dolores Redondo: Los diálogos son acartonados, impostados, manidos, faltos de fuerza y vivacidad, en algunos momentos me parecen absolutamente naivs propios de una parodia de lo que debe ser un libro policíaco, con búsqueda de asesino incluido. Pongo un ejemplo, por favor, para continuar con mi indignación; llegado el momento la inspectora sale a buscar a unos doctores

"El misterio de Salem's Lot"

  Amo los libros de terror, no los leo en la noche con la puerta entreabierta, con todo en silencio, me imagino que viene un ser horrible con ojos de muerto y se para en silencio en la puerta y yo me paralizo y no puedo ni gritar ni hablar del miedo, pero es lo que busco, qué le vamos a hacer. Este libro tiene como protagonista a Ben Mears, un escritor en sus 30 que por circunstancias de la vida había pasado una temporada en Jerusalem´s Lot cuando era niño. El caso es que Ben vuelve al pueblo tras una tragedia personal para escribir y recordar las experiencias de ese intenso verano en el que vivió un encuentro sobrenatural en la casa de los Marsten. Aquella casa abandonada había pertenecido a la familia Marsten, una pareja fallecida en espeluznantes circunstancias. Después de aquello, la casa fue ganando la fama de maldita y los niños hacían apuestas de valor a ver quién se atrevía a entrar y superar las posibles apariciones fantasmales que se encontraban dentro.  Ben de niño  lo hizo