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Mostrando las entradas de 2010

Lo que pienso de los españoles y de los venezolanos

No sé realmente qué tal la pasan el resto de los inmigrantes del mundo, pero yo, a pesar de todo lo bueno que tengo, la estoy maltripeando a medida que pasan los años y yo sigo del otro lado de la orilla. No sé si este sentimiento de transitoriedad incómoda dure para siempre. Hay veces que me desespero, porque siento que me hace tanta falta hablar con mis padres, abrazarlos, al menos, y no puedo. La vida del inmigrante se teje con unos estambres de nostalgia e impotencia. No sé si esto sea igual para todas las personas que viven y sienten fuera de su tierra, para mí, se hace un poco más difícil porque entiendo que probablemente no haya posibilidad de regresar. Me gustaría hablar con aquellas personas que emigraron a otro país a partir los años sesenta, preguntarles qué se siente. Pero yo sé qué se siente, solo quiero espejarme, cuadrarme y verme con forma, sin distorsión desde el otro. Siento el miedo y un poco de rabia por entender secretamente que ese país de donde vengo es un patu

Por qué la fonética

De pronto me vi hace algunos meses con libro muy viejo de fonética. No es que me interesasen mucho las categorías en las cuales se clasifican los sonidos, no, la cosa es que necesitaba desesperadamente a través de ese capítulo componer a mi distraída memoria. Hace cinco años, lo recuerdo como si fuera hoy, que contrariedad, estudié fonética; me gustaba, he de aceptarlo, podía hacer transcripciones, clasificar cualquier sonido, hablar de diferencias, ahora, sin tener una certeza de porqué ocurrió ese borrón absoluto, me he visto ante el capítulo sin saber porqué son un montón de símbolos ininteligibles para mi. Creo que entener fonética en parte es como meterse en el solfeo, saber como se manejan estas notas que en realidad son letras y representan sonidos, conseguir identificar porqué nos diferenciamos de los demás al pronunciarlas, porque el sonido puede ser capaz de ser representado de una forma u otra, porqué las palabras son música, y son únicas. En este caso vuelvo otra vez sobre

Carta de quejas

El oficio del mártir

Todos hemos sido mártires. Cuando creemos que ya no cabe más injusticia en el mundo, que esta fue agotada secándose como un río maldito, se nos aparece multiplicada como los Gremlins. El ser mártir debe ser algo que hay que asumir y saber usar. Hay que internalizar que en el fondo ser mártir se nos muestra como una oportunidad de poder sentir el gusto de la víctima, el placer mazoca que todos llevamos dentro. Pero esta martirización---aunque en verdad no la deseemos porque somos seres normales, incapaces de desear algo malo para nosotros mismos---aparece recurrentemente como esas fijaciones incoherentes que nos llegan siempre a la cabeza, esas de las cuales nos avergonzamos y no contamos a nadie. ¡Salve a la reina martirio! Dijo una bruja de la inquisición, que había elegido profesión después de darse cuenta que acabaría loca, “Mejor morir con dignidad de bruja a revolcarme entre mi mierda en una celda para dementes”. Hizo su ritual de iniciación; declarando a los cuatro vientos la

El chivo

En Araya hay chivos que comen... no sé qué comen los chivos. Yo siempre pensé que eran unos señores mayores, que sabían mucho de la vida, se tocaban la barbilla y pensaban en filosofía. Tal vez estos chivos habían leído a Kant, a Marx,a Shopenhauer. Siempre me dijeron que los chivos eran mayores que yo, por lo que no podía pensar en ellos como jóvenes criaturas nacidas hace pocos meses, comiendo tierra en Araya, en Uruguay, en Brasil. Cuando era pequeña los vi por primera vez en la montaña misteriosa que se alzaba detrás del patio de mi abuela. Pienso en ese sitio ahora y no me puedo creer que fuese tan grande y con tantos árboles y tan inmenso como todas las cosas en América, llanas, espaciosas, jóvenes como un junco recién nacido. Me alegra recordar, desde la distancia española, aquel sol de Araya y a los chivos. Creo aún que si tuviera algún problema y viera por casualidad a alguno de ellos comiendo un poco de tierra árida, rocosa, le pediría disculpas por interrumpir tan importante

Por un camino de flores

Es importante pasar revista de las cosas aprendidas. Hoy trataba de aprenderme unas palabras de otro idioma y entonces recordé que una buena regla memotécnica podía ser asociar estas nuevas palabras (que no se parecen en nada a mi idioma materno) con mi vida. Busqué y repasé, anduve por corredores, pasillos, zaguanes, descubrí que mi vida poco tenía de emocionante y que curiosamente había olvidado casi todo lo que me había ocurrido en mis tiempos de adolescencia y juventud. No sé si fueron buenos o malos pero los momentos más vívidos para mi recuerdo son los de mi infancia, más específicamente, aquellos que pasé con mi abuela materna en mis vacaciones de coclegio. (**) La infancia no sé si es importante o lo es todo, no me quiero poner freudiana pero suspongo que la mía define mucho lo que soy. (**) Me pregunto cómo sería la infancia de aquellos que de adultos creen que son los reyes del universo, se la saben todas, tienen la verdad absoluta, la verdad no es Dios, son ellos porque est

la contradicción

Cuando un violín hace ruido, y la cuerda se tensa, y entonces se prolonga durante mucho tiempo un ahogado chillido, un pellizco al tímpano, el estiramiento imposible del cuerpo, la disfonía.Así creo que muchas veces el dolor físico y espiritual de la soledad de muchas cosas hacen que muchos se comporten en contradicción con su sentido del desprecio. En el hondo y oscuro lecho del corazón, donde descansan las pasiones, se albergan entonces los resentimientos. Despreciamos a los ángeles y a los demonios, cortamos las cabezas de los niños, empieza entonces a cocinarse en nosotros cierta maldad. Andamos así por la calle,con una bolsa de cuero cosida a nuestra piel, de nuestro mismo color, nadie sabe que la llevamos, allí se conservan refrigeradas las municiones de contradicciones, dispuestas a rescatarnos noblemente ante el contacto con el otro, igual de opaco y cansino que nosotros, con la misma bolsa,o distinta, pegada al cuerpo, lista, presta, esperando solo la señal que marca el ataque

A guarda

La semana pasada estuve en Oporto, la verdad no tenía una idea específica de Portugal, su cultura, sus costumbres. Había escuchado a mi abuela hablar bien y mal de los portugueses. Ella vivió en Portugal un año en los tiempos de la guerra civil española, en medio de unas condiciones muy difíciles de hambre, necesidad y premura por conseguir el pan. Sus relatos orales siempre estaban acompañados por gestos obscenos y divertidos, dramáticos en extremo. Su histrionismo supongo provino de los muchos oficios y las acomodaticias adaptaciones vividas, supongo que cuando se acumulan muchos días de supervivencia, la gente desarrolla unos reflejos adicionales de respuesta, el carácter cambia para siempre, el mundo y la vida misma con sus placeres normales se vuelven más secundarios. Sus tiempos ,está claro, fueron turbulentos, mísera entre los míseros españoles que tenían que acostumbrarse a un país devastado por el egoísmo de unos pocos, el poder desmedido y la violencia fanática. Mi abuela tuv

vuelta

A todas las personas que me han leído pido mil disculpas por no haber estado aquí. Mi blog ha decaído porque a veces estamos así, con pocas cosas que decir. Siento que mi vida se vuelve menos profunda, soy más simple y eso resuelve muchos problemas. saludte

solo recomendar

He estado leyendo un libro de viajes de Cees Nooteboom, y ahora que leo su nombre, pareciera que las vocales que lo componen se prolongaran como un eco escurridizo, que finalmente se pierde en una nube de polvo. Un fragmento: " Lo que en cualquier otro lugar era un sistema bipartidista, aquí era una lucha con veneno, mentiras, perjurios, difamaciones, escándalos. Los periódicos se tenían cogidos del cuello los unos a los otros, los jueces eran parte, el dinero fluía por cloacas subterráneas y, al mismo tiempo, todo era un teatro, ópera bufa: directores de periódico filmados con ropa interior femenina, el Estado como secuestrador fallido, ministros que eran juzgados pero que nunca acabarían en la cárcel. Era el gran guiñol, algo que siempre había formado parte del país, una adicción de la que uno sólo podía liberarse con dificultad, mientras que todo el mundo ya estaba harto. Los problemas reales se encontraban en otro lugar, en un pequeño grupo de enconados asesinos que dominaban

Baterbly el escribiente (escribo sin enmiendas)

Hace unos días leí ese cuento de Melville, tan kafkiano, Baterbly el escribiente. En un principio no tenía muchas expectativas de terminarlo, lo había visto de reojo en una edición de textos paralelos que sacó la editorial Turner, la edición en cuestión la compré el año pasado, en aquella tarde lluviosa en Madrid, en la cual yo en medio de mi tesis, en mi punto más álgido de conclusiones sobre la novela "La nieve del almirante" de Álvaro Mutis, decidí ir a pesar del torrencial aguacero a la Casa de América a ver al autor que daría una conferencia rarísima a sus respetables 85 años. Emocionada me presento con los libros, deseosa de ver a Mutis estampar su firma en ellos (si aquello era posible) y cuando asomo la cabeza por el recinto, veo que no había movimiento de ninguna cosa. Entonces doy la vuelta, vuelvo a dar la vuelta a la casa y me decido a preguntar con verguenza de parecer tan tonta y entonces voy a la taquilla y la de la taquilla me dice que no va a venir Alvaro Mut

Nataniel Hawthorn

Creo que era de Nataniel Hawthrn ese cuento tan inquietante, "El huésped ambicioso" últimamente los recuerdo tan intensamente, entonces las cosas dejan de tener importancia.

Estimado candidato: NO

Hoy abrí mi correo ilusionada, pensando que tal vez podría tener allí una oportunidad. Pero no. Nuevamente otra negativa. Quise hacer un curso o taller literario con Juan Goytisolo, pensé que sería fácil conseguir una plaza a mi, que era una tía comprometida con las letras y los libros y todo eso. El correo decía que no había sido seleccionada en el curso, pero que me agradecían de corazón que hubiera intentado participar y me invitaban a la conferencia que iban a dictar sobre lo que habían hecho en el curso, esa sí era abierta y allí podían participar todos. El año pasado quise participar en un curso en el Prado, al cual mis amigos habían accedido sin ningún problema el año anterior. Pero no, tampoco fui seleccionada. He perdido la cuenta de cartas, currículos, entrevistas y peticiones he hecho para que siempre, siempre, siempre, siempre me digan que no. Empiezo a pensar..o soy yo o es el mundo. Si fuera correcta e hiciera caso a la psicología cognitiva, trataría de pensar que soy yo,

libro cerrado

No sé si ha llegado el momento, pero creo que sí, la duda me detiene porque es difícil separarse de aquello que antes día tras día hacía, sin descanso. Creo que he amado a la letra escrita con arte tanto como a las personas importantes en mi vida, como a mi misma en la plenitud de mi propio absoluto. Entonces sucede que vengo y me doy el tortazo mayúsculo porque me doy cuenta que no sirvo para nada. Ningún libro que lea, de los tantos que he leído ya, me ayudará a encontrar un medio de subsistencia. Sé que no es nuevo este descubrimiento, pero que sea nuevo para mí lo hace suficientemente importante como para cortarme en pedazos. En este momento viene a mi mente un recuerdo que data de más de 12 años, tiempo suficiente para que hayan muerto muchas cosas de mí, en el cual yo a pesar de no saber lo que quería hacer sabía a quien podía amar. Entre esas cosas amadas estaban los libros y las historias que me transportaban de manera tan magnífica a cualquier lugar. Sabía en aquel tiempo que

y

Repito miles de veces la palabra congoja, como si de ella misma fuera a emanar la respuesta a los problemas que se afrontan en el mundo. Si en Haití hay congoja, también la hay en Ucrania y en China y en Estados Unidos. He salido estos días a caminar por Madrid (aun sin poder conseguir con qué sobrevivir) y veo en las caras de muchos jóvenes congoja. No es la misma que afecta a mi gente de allá que más que congoja los aqueja la desesperanza, tampoco es la de los italianos y su congoja presidencial. No quiero seguir arrugando la falda, porque en realidad la congoja me parece una palabra arrugada, trasnochada y fútil. EL efecto terapéutico de la muerte es magnánimo. Creo que debería ser más utilizado en las reuniones de grupo.

la misteriosa

A la misteriosa ( 1926 ) Tanto he soñado contigo que pierdes tu realidad. ¿Habrá tiempo para alcanzar ese cuerpo vivo y besar sobre esa boca el nacimiento de la voz que quiero? Tanto he soñado contigo, que mis brazos habituados a cruzarse sobre mi pecho, abrazan tu sombra, y tal vez ya no sepan adaptarse al contorno de tu cuerpo. Tanto he soñado contigo, que seguramente ya no podré despertar. Duermo de pie, con mi pobre cuerpo ofrecido a todas las apariencias de la vida y del amor, y tú, eres la única que cuenta ahora para mí. Más difícil me resultará tocar tu frente y tus labios, que los primeros labios y la primera frente que encuentre. Y frente a la existencia real de aquello que me obsesiona desde hace días y años seguramente me transformaré en sombra. Tanto he soñado contigo, tanto he hablado y caminado, que me tendí al lado de tu sombra y de tu fantasma, y por lo tanto, ya no me queda sino ser fantasma entre los fantasmas y cien veces más sombra que la sombra que siempre pase

winter

(Imagen nro.1) Dejo a vuestras mercedes dos fotos: 1) la primera está borrosa, pero es más interesante así, podría ser un niño o un hombre pequeño, o un hombre grande que ha sido captado por un lente a mucha distancia. 2) La segunda es el invierno desde mi ventena. Como soy de Venezuela nunca había visto la nieve tan cerca, bueno sí el año pasado pero vivía en ese entonces en un piso 3.

Un ovillo

Ayer vi a una vieja sentada en su silla de ruedas en la entrada del mercado de las Ventas. Me llamó la atención su figura y la prolija delicadeza con la que era llevada por alguien que probablemente era su hija o no. Parecía un ovillo, encogidita, con un chal vinotinto, sus dedos casi tocaban sus labios estirados de 90 años de antiguedad. Recordé todas las barrabasadas inmaduras y los bochornos infelices a los cuales me vi expuesta por mi inexperiencia. Entonces me detuve a pensar si aquella viejecita de 90 seguía cometiendo errores, porque estaba claro de debía sabérselas todas. Entonces me dieron ganas de preguntarle a la que era su hija o no, si podía a su v ez preguntarle al ovillo de viejecita si sabía todo de la vida. Yo tenía muchos miedos (aún los tengo) y quería saber si al menos las arrugas y la curvatura de la columna servían para algo. No me atreví. Me quedé detenida mientras bajaban las escaleras y las ruedas de la silla giraban lentamente, con sumo cuidado, no fueran a ro