Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas de febrero, 2008

Mi día con los Oscar

Ayer enfermé, no fue algo terrible pero sí incómodo. Estuve mucho tiempo tratando de normalizar mi organismo, dejarlo en un estado de equilibrio, sin embargo, no cedían mis síntomas. Yo en el fondo estaba contenta porque quería descansar y no tener ningún tipo de pretexto para moverme; tumbarme en la cama sin hacer nada era en ese momento una delicia para mi ánimo. Llegó la tarde y somnolienta lo único que escuchaba era la voz de Chávez por la televisión; en algún momento, impreciso para mí ahora, levanté la cabeza y vi al comandante montado en un caballo blanco, trotando a paso lento en lo que para él (seguro) debía de haber sido el descendiente del equino de Bolívar. Luego desperté por completo y entré en Internet, sólo para darme cuenta de que ese día era la entrega de los Premios Oscar. Tuve entonces la curiosidad y el deseo de mirar todo el despliegue de glamour publicitario. Finalmente me quedé mirando inerte los premios porque, como ya he dicho antes, estaba enferma y no podía

Yo y de mí

Un sin fin de cosas. La vida es apasible, a veces. Siempre estoy esperando que algo malo ocurra cuando supuestamente todo lo que me ocurre es bueno ( o medianamente aceptable) ¿Por qué siempre he de ser tan pesimista? He de aprender a controlar mis emociones, a pensar que lo mejor es llegar a ser algún día un robot, a nunca equivocarme, a seguir por esa senda abierta de caminos mojados y dueños de alfombras de grama, la lluvia, la lluvia, la lluvia... Hoy la vida es apasible o tenue, la lluvia me gusta siempre acompañada de una taza de humeante café, pienso entonces en la suavidad de la brisa del mar, en la calma de no sentirse adolorido, en la maravilla de estar vivo: soy pesimista, y cada instante pienso en el terrible momento en que la calma se acabe, se esfume, en que todo se vaya dibilitando, envejeciendo (todos envejecemos, esa es la verdad) y ya. La vida apasible, la lluvia y la tasa de humeante café, sigo pensando entonces en eso y en que soy pesimista y en que inevitablemente

Porque soy una angustia...

Porque salir por aquí asusta, sobre todo de noche; las calles están desiertas y en el ambiente se respira el sudor del miedo a lo que no se sabe, a peligro, a lo real, a la violencia. Porque supongo que todos tememos por nuestra integridad y nos preguntamos qué pasó con ese país que a pesar de todo era distinto. Nunca quise ser pesimista, siempre pensé, desde niña y con esperanza, que el país sería diferente, que vendría alguien con buenas intensiones y lo arreglaría, lo trataría como a una propiedad conseguida con mucho esfuerzo: pero no. Nadie ha querido a este país y mucho menos aquellos que han tenido más poder. Todos quieren conseguir fortunas mal habidas, comodidades, respeto ¿Qué respeto se les puede tener a estos culpables? ¿Soy culpable yo? Y es que no sé calibrar realmente si de verdad hay una cuota de culpa en todos nosotros. Tal vez seamos llevados por un río que perversamente nos ha traído hasta aquí, tal vez el destino nos ha signado esta situación. No me siento de ningun